Edición de Julie Phillips y Lisa Rogers

James Tiptree Jr. fue un hombre que no existió. En cierto sentido, todos los escritores son figuras imaginarias, el «personaje impreciso y ambiguo» que, en palabras de Margaret Atwood, se apodera del yo público del autor y «lo usa para cometer el propio acto de escribir». Pero Tiptree era más insustancial de lo común. Nació en Chicago en 1915 y afirmaba sin mentir que se había criado en parte en África Central y que había sido pintor, oficial del ejército, analista del servicio de inteligencia y psicólogo experimental antes de empezar a publicar obras de ficción en 1968. Tenía una dirección postal en McLean (Virginia), cerca de Washington DC y de la sede de la CIA. En las largas cartas que les escribía a sus seguidores y a otros autores hablaba de sus padecimientos físicos, sus desvelos emocionales, sus deseos. Era un personaje atractivo y empático: los hombres lo admiraban, las mujeres se enamoraban de él. Y sin embargo, ninguno de los escritores con los que intercambiaba correspondencia lo había conocido en persona.

El anonimato gratuito de internet todavía era cosa del futuro, pero Tiptree era un adelantado a su tiempo. Escribía ciencia ficción, que es la literatura de la alienación, pero también de la transformación, la autocreación y los sueños compartidos. Cuando uno no se ve reflejado en la realidad la imaginación se convierte en el instrumento más útil. Y cuando uno empieza a preguntarse a qué planeta tendrá que viajar para descubrir mentes afines, es entonces cuando se recurre a la comunidad que crea la ciencia ficción

La escritura y la identidad ocuparon un lugar cardinal en la correspondencia entre Tiptree y Ursula K. Le Guin, una de sus amigos por correspondencia más íntimos. Este intercambio, conservado en los archivos de ambos escritores en la Universidad de Oregón, trata la cuestión de quién es la escritora cuando escribe, y otra más personal: en quién te pueden ayudar a convertirte tus amigos cuando estás solo y no sabes qué decir ni qué identidad adoptar.

 

Habría que tener un alma extraordinariamente pequeña para ofenderse por un engaño tan inmenso, tan divertido, tan eficaz y fantástico y ÉTICO

 

Esta correspondencia, sin embargo, se inició con una trampa, una evasión, una negación de sus propias intenciones. En abril de 1971, Tiptree, como autor novel, escribió una carta elogiosa a Le Guin, más joven pero también más asentada como autora. Al final de la carta le decía a Le Guin que no perdiese el tiempo en escribirle.

Le Guin respondió:

 

Apreciado Sr. Tiptree:

Me prohibía usted categóricamente responder a su carta, así que entenderá que esto no es una respuesta. No pretende agradecerle su carta… ni tampoco contarle lo mucho que me gustan sus historias.

Con mis más insinceros saludos,

Ursula Le Guin

 

Durante cinco años ambos autores coquetearon e intercambiaron chismes y confidencias. Tiptree firmaba como Tip y le puso a Le Guin el cariñoso apodo de Starbear (literalmente, Oso de estrellas), un guiño al significado en latín de su nombre. Le Guin llamaba Tree (árbol) a su amigo. Pese a estar casada y tener familia, disfrutaba de la atención y los cumplidos que recibía de aquel amigo mayor que ella e intentó, sin gran éxito, conseguir que él bajara las defensas. Tiempo después, al volver la vista atrás, Le Guin dijo: «A Tiptree tenía que adularlo y me divertía hacerlo, pero habría sido mucho más bonita una simple amistad sincera. Claro que, por supuesto, eso le está negado a un personaje».

Tip era un personaje, como descubriría Le Guin al recibir la siguiente carta:

 

24 de noviembre de 1976

Mi querida Ursula:

¿Puedo pedirte que me guardes un secreto un ratito?

[…] El caso es que quiero que seas solo tú quien se entere por mí, a causa de nuestra relación especial. Al escribir esto siento que estoy poniendo una amistad grande y sincera al borde del abismo, a punto de caer para siempre en la oscuridad. Sin embargo –y esto es importante– nunca te he escrito otra cosa que la pura verdad, no hubo planificación ni intención de engañar, salvo en la firma que durante más de ocho años se ha convertido en poco más que otro apodo. Todo lo demás es mi auténtico yo.

El caso es que soy una mujer de sesenta y un años llamada Alice Sheldon  –me llaman Alli–, de temperamento solitario pero casada desde hace 37 años [sic, eran 31] con un buen hombre bastante mayor, que no lee mis cosas pero le parece estupendo que las escriba.

(Ya te dije, a ti o a otra persona, que sería el anticlímax del año).

Todo lo demás es cierto: el ejército, los negocios, el gobierno, el mundo académico […] La depresión se debe en parte al retiro, en parte a las hormonas, en parte porque parece que mi hombre querido se está quedando ciego. (Una neoplasia retinal de vasos sanguíneos en la mácula). Se llama Ting, de Huntington D.

Tal vez querrías saber qué aspecto tengo. Mido 1,73, pelo rubio oscuro con algunas canas, delgada, vagos recuerdos de una joven que sonreía mucho y a la que llamaban guapa se adivinan todavía bajo 61 años de flacura y arrugas; como a toda la gente deprimida me gusta mucho reírme; me dan arrebatos de actividad incontenible. Llevo sobre todo pantalones de pana azul claro o tostados, camisas o jerséis de cuello de cisne, las uñas limadas, tapa baja, pasión por la jardinería. […] Cuando me arreglo para salir caracoleo un poco, como un caballo de peluche. Me embadurno de Chanel 19 o Joy o Diorissima. (Los aromas importan). Fumo; últimamente como el proverbial carretero. Me defiendo con los destornilladores. Me enamorisco de la gente cuyo trabajo o cuya alma admiro.

Así que ahora ya lo sabes… Pero lo curioso es que te juro que Tiptree tiene una curiosa realidad propia. El nombre se me ocurrió mirando un frasco de mermelada en la sección de alimentos importados de Giant. Tal vez James estaba allí, esperando la encarnación […].

Ursula, Ursula, estoy petrificada. Todos los amigos, el mundo de la cifi… ¿se lo tomarán como un «engaño»? ¿Me quedará algún amigo? ¿Las mujeres que tanto significan para mí lo considerarán un malvado engaño? Yo no me he sentido malvada en ningún momento. […]

Bueno, querida Starbear, ha muerto una era antigua y es hora de empezar una nueva. Pero creo que ha llegado mi fin. He planificado un cambio gradual a mi otro pseudónimo, Raccoona Sheldon, y así ir eliminando a Tip. (Una cosa curiosa: los editores que claman a gritos material de Tiptree me devuelven los manuscritos de Raccoona con marcas de latas de cerveza… bueno, no llega a tanto la cosa, pero casi).

Si me he olvidado de comentar algo que debería haber dicho, no tienes más que preguntar.

Tip se despide de una queridísima amiga y de todo lo suyo.

Dime lo que piensas si es que todavía me hablas,

Tip/Alli

 

James Triptee Jr/Alice Sheldon. Imagen via.

 

Le Guin respondió enseguida:

 

28 XI [1976]

Queridísima TREE,

¡Oh extraña, extrañísima, muy maravillosa, hermosa, improbable! Wie geht’s, Schwesterlein? ¡Sorella mia, alma hermana! […] ¿Sabes qué? Creo que nunca me había llevado una sorpresa hasta ahora. Pasan cosas, pero cuando pasan una piensa «Ah, claro, tenía que ser así, etc. En el fondo de mi alma profética ya lo sabía…» ¡Pero esta vez no, por Dios! Es una auténtica delicia, un gozo, no sé por qué, sentir por una vez una sorpresa absoluta, imprevista… ¡es como un regalo de Navidad! No me preguntes por qué, no lo sé. Y ahora voy a contarte una cosa que me ha hecho un poquito infeliz durante nuestra relación peculiar y que tan inmensamente aprecio: había pensado, me había preguntado si Tiptree no sería homosexual e incapaz de hablar del tema por haber sufrido demasiado o por ser yo tan descaradamente hetero-esposa-madre, etc. etc., pero eso explicaría por qué parece tan solo y también por qué tiene un conocimiento tan maravilloso de las mujeres, igual que E.M. Forster o Angus Wilson; y por qué demonios no puedo simplemente preguntárselo, pero es que no puedo, y por ello siempre habrá una suerte de gran laguna o brecha en nuestro Encuentro de Mentes… Soy una cobarde por no haberlo preguntado, pero no se puede una inmiscuir en un terreno que podría ser de gran dolor e intimidad, etc… Así que había ahí un pequeño nudo de infelicidad sexual y reticencia que siempre me había molestado y que ahora has REDUCIDO A CENIZAS y tengo ganas de reír, y también de llorar un poco, porque ahora todo ha adquirido una escala colosal e inesperada de inversión total y verdadera. Solo que… ¿qué significa inversión? Explícamelo, mi guedeniana amiga. No, déjalo, ¡bastantes preocupaciones tienes! Pero sé que algo echaré de menos al escribirte: esa pequeña chispa de coqueteo… Me gusta coquetear, pestañear solo un poquito, me gusta esa pizca de tensión sexual entre hombres y mujeres que está presente hasta en las cartas, la disfruto y la echaré de menos entre nosotras, quién sabe, tal vez Tip la eche de menos también… Porque, ¿sabes?, no hace falta que finjas que no existe ningún Tip, que nunca fue ni será; yo conocía a mi Tree muy bien y al infierno con los sexos. Pero Tip también es Alli y con Alli no puedo coquetear, nunca he podido coquetear con las mujeres, no encuentro esa tensión; y por eso, claro está, mis amigas más queridas y escogidas han sido mujeres: Jean, que murió, Jane y Natalie. […] No sé cómo reaccionará la gente, supongo que unos se tomarán mal el engaño, pero habría que tener un alma extraordinariamente pequeña para ofenderse por un engaño tan inmenso, tan divertido, tan eficaz y fantástico y ÉTICO. ¿Qué más les dará? ¿Por qué les iba a importar? Sinceramente, no logro imaginarlo. […] En cuanto a Raccoona, por cierto, algunos de tus devotos auténticos sí que sospechaban algo. Vonda y yo nos habíamos preguntado si Raccoona no sería Tiptree, varias veces ya. Sin embargo, te voy a contar una cosa rara: de verdad y sinceramente ninguna de las historias de Raccoona que he leído (solo dos, creo, o tres) me gusta tanto como las de Tip. Son diferentes. […] Raccoona, creo, tiene menos control y, por lo tanto, menos ingenio y poder. Parece mucho más joven que Tip. Claro que no hay ningún motivo que le impida crecer. Aunque un nombre de pila como Raccoona es una carga tremenda para el desarrollo de una chica… […] Repito que creo que todos tus amigos sentirán contigo el mismo deleite infantil que yo. Y en cuanto a lo que diga el mundo de la CF, por Dios, Allitree, ¿qué más da? ¿Qué importa? Espero que se les abran los ojillos como platos y se les caigan las mandibulillas al suelo. […] Aunque Tip se despida de mí yo no tengo la puñetera intención de despedirme de Tip, ¿acaso tengo que hacerlo? ¿No puedo simplemente recibir a Alli? ¡Bienvenida, Alli! Ojalá todos mis amigos fueran como tú. Y todo mi cariño para Ting y salud y suerte…

y amor.

 

Ursula K. Le Guin. Imagen Via.

 

4 de diciembre de 1976

Queridísima Starbear, ¡gracias a Dios!

Tu carta maravillosa me ha sacudido, de tan asustada que estaba.

Ay, tres veces bendigo tu alma.

Creo que ya sabes cómo me siento. El miedo a la decepción porque tanta expectación se hubiera quedado al final en la broma de una matrona madura de clase media. Por supuesto, todo lo demás –las aventuras del pasado– es cierto; suelen decirme que he llevado una vida emocionante/glamurosa/qué sé yo, pero a veces no la sentí más que como un montón de trabajo y temor. […]

En cuanto al coqueteo, no esté tan segura, señora mía. Sin duda no puede usted coquetear con Alli, quien hace cuarenta años pudo ser o no una lesbiana frustrada, pero alrededor de mi hombro izquierdo revolotea una figura delgada ataviada con blancos tropicales, una faja de un bermellón desvaído y sueños en absoluto realistas de pasear contigo, como ya he dicho, bajo el claro de luna de Madagascar, donde los lémures ondean sus colas anilladas.

Verás, yo pertenezco a esa última generación en la que las personas todavía coqueteaban con personas, se coqueteaba con la mente, con la chispa de una alma con otra, la tensión entusiasta e hilarante de una chispa que salta de una mente a otra, el curioso efecto de… la atención, la admiración, el encandilamiento absoluto aunque tal vez momentáneo. Sin las secuelas actuales de la inevitable habitación de un motel, ni la penumbra del hotel Plaza, las ropas que caen al suelo, los toqueteos… y luego el comprender que en realidad la cosa no iba de aquello y que, de hecho, a menos que haya habido suerte, se ha destruido la chispa.
Así que si surge la ocasión, te ruego que me permitas que exhiba mi cola de pavo real… es curioso que el coqueteo en realidad consista en alardear, sabiendo que el otro nos mira, nos admira por completo. Pese al abismo físico de imposibilidad, pese a todo salvo el extraordinario reconocimiento de algún momento mutuamente fascinante, el instante afortunado en el que ojo íntimo ve lo desconocido, el… ¡Ay, cómo divago!

Ya sabes… siempre lo sabes. Dios te bendiga, mi Starbear.

 

10 XII 1976

Allitree,
[…]     Al coqueteo entre mentes me refería. Se me da mejor con los hombres que con las mujeres y lo disfruto inmensamente. Seguramente por haber crecido con tres hermanos mayores y un padre encantador, pero también siguiendo el ejemplo de cómo mi Indescriptible Madre lograba que el pomposo y gruñón Catedrático de Esto y lo de Más Allá comiera de su mano y se mostrase ingenioso en lugar de autoritario […] Sea como fuere, siempre tiendo a representar el papel de la Brillante Hermana Pequeña […]

Alli, tengo que seguir llamándote Tree, árbol, al menos de vez en cuando, por todas las metáforas y connotaciones arbóreas que he desarrollado en mi mente en torno a ti; Tip se une a las muchas otras Fantasías que tengo y hago y amo (amaba), como Darcy y Heathcliff, ya sabes. Pero tengo que conservar a mi Tree, el Tree en el que se apoya Bear, tu osa. ¿Te parece bien? Ya sabes que ERES el árbol, ¿verdad?

Con cariño, Bear

 

Alice Sheldon adoptó el nombre Tiptree guiada por un impulso, un seudónimo desechable con el que presentar alguna historia barata de ciencia ficción. Las cartas que recibió cuando se vendieron las historias iban dirigidas al «Sr. Tiptree» y ella las contestó. Nunca dijo que fuera un hombre, pero dejó que los demás lo creyeran. Como ella misma comentó después, «Lo que empezó como una broma se coló soñando en la realidad». Al cabo de un tiempo, sintiéndose constreñida por un nombre masculino, probó a utilizar el seudónimo femenino Raccoona Sheldon, pero para entonces quedaba demasiado poco de Alli: le había entregado a Tiptree su propia historia personal.

            El seudónimo había funcionado como una magia poderosa para escribir, que le permitía a Sheldon evadirse de la autocensura y jugar a explorar emociones prohibidas. La voz masculina le había ayudado a reclamar su potencial creativo. También había sido, como detectó Le Guin, una forma de expresar y explorar su atracción no admitida y apenas reconocida hacia las mujeres. Pero llegó un momento en que sintió que había perdido su ser, su potencia, su amor.

El 20 de diciembre de 1976, Alli respondió con una carta larga y deprimente. En ella hablaba de un intento de suicidio que había cometido siendo adolescente y contaba que siempre había planeado suicidarse si la depresión se hacía insoportable:

 

Durante un tiempo me parecía importante y satisfactorio averiguar cómo desahogar mi sentimiento de encierro a través de mis historias; ahora también estoy perdiendo esto y me encuentro en un estado de ánimo tan terminal, esperando con buena salud una muerte que parece retrasarse, que me cuesta comunicar mis verdaderos sentimientos a nadie por temor a contaminarlos. Sufro horriblemente, sin embargo, por una especie de alienación, una anhedonia del alma. Bendigo a todos los activos, a los alegres rebullidores, pero no hay nada en el mundo por lo que yo movería una mano… salvo para ahogar el mal que está cegando a mi amigo del alma, mi esposo.

 

Le Guin respondió el 2 de enero de 1977 con una carta larga y amable en la que daba indicios de sus propios episodios de depresión pero afirmaba no entender sus causas ni sus remedios.

 

Así que no puedo ayudarte como desearía, salvo con palabras, palabras, minúsculos cabos de tela de araña que se hila entre nosotros; a veces son de una fortaleza sorprendente. Tu profunda depresión arroja luz sobre la fuerza de tu escritura. A veces tus historias son tan amargas al gusto que me encojo y me aparto porque no quiero admitir lo que de verdad dices en ellas; pero no es más que un gesto corporal, la mente dice Sí, oh, sí. Gran verdad. Hay muy pocos autores que tengan ese poder para forzar la aceptación y el acuerdo. Es el poder de la verdad, por supuesto.

 

Sheldon no respondió: había partido con su esposo a su viaje anual de invierno a México. Le Guin volvió a escribirle.

 

No entiendo por qué las mujeres tenemos que escribir sobre mujeres. ¿Nuestra perspectiva de los hombres no es también la perspectiva única de una mujer?

 

7 II 1977

Querida Allicampane Raccoona Gerbilia Tippo Sempervirens:

¿POR QUÉ te vas siempre al puñetero Yucatán cuando más te necesito? […]

Quiero contarte unas cosas que me han estado preocupando, pero no sé cómo hacerlo porque me afectan demasiado y estoy alterada como si tuviera diecisiete años. También está relacionado con lo del Masculino y el Femenino dentro de una Mujer. Verás, últimamente me llega mucho ruido de fondo desde el activismo femenino porque siempre escribo sobre hombres. Antes la gente me preguntaba cosas y yo decía Bueno, mira, no sé por qué hago esto, aparte de por algunas cosas obvias como el haber crecido con un padre impresionante y tres impresionantes hermanos mayores y haber absorbido muchos valores masculinos, pero eso no lo explica todo porque también tuve una madre impresionante que logró convertirme  –una vez superada la fase de los pantalones vaqueros y los Caballos– en una mujer a la que le encantaba ser mujer; así que yo tampoco lo entiendo, así que hablemos de ello, y entonces lo hablábamos. Pero ahora me llega un montón de virulencia y parece que se haya pasado la fase de hablar sobre el tema. [La autora de ciencia ficción] Joanna [Russ] me escribió diez páginas para decirme que todas mis mujeres son tías Tom y que, de todos modos, ninguno de mis hombres tiene pelotas y yo fui totalmente incapaz de responderle. Y me han estado llegando cosas semejantes. Y el caso es que no me preocupa demasiado si tienen razón o no, pero sí que están tocando algo doloroso que tengo dentro sin resolver, sin solucionar. Lo sé porque cada una de esas ocasiones me afecta tremendamente y lo rumio y lo rumio y lo justifico y argumento y me desquito, etc. etc. (todo ello en mi mente). Así que, claro está, me dedico a proyectar como una loca y en mi interior hay algo a lo que no he podido enfrentarme durante todos estos años. Pero no logro descubrir qué. Me pregunto si tú habrás tenido alguna idea sobre el tema. Una cosa que me parece que está mal  –y que tal vez sea el motivo por el que no logro llegar a ninguna parte al considerar el asunto desde esta perspectiva– es que no entiendo por qué las mujeres tenemos que escribir sobre mujeres. ¿Nuestra perspectiva de los hombres no es también la perspectiva única de una mujer? […] Pero todo esto no son más que argumentos defensivos, aunque sean correctos. Lo que no cambia es que, hasta el manuscrito que acabo de terminar esta semana, nunca había tenido una protagonista femenina: lo más que me había acercado ha sido con un andrógino y, en un par de ocasiones, un matrimonio. (En realidad, sobre lo que QUIERO escribir es el matrimonio). Porque no era capaz. Mi genio se negaba a producir una heroína. ¿Por qué? ¿Por qué no puedo decirle al puñetero genio lo que tiene que hacer? ¿Quién le da las órdenes? […]

Necesito hablar con una mujer, pero tiene que ser una mujer que sea una mujer, con una médula femenina… En otras palabras: si todavía te conociese como Tiptree no podría haberte contado estas cosas. Sea como fuere, si tienes alguna Opinión al respecto, cuéntamela. Me siento tonta de remate, una adolescente de cuarenta y siete años. […]

 

Sheldon no contestó a esta carta. Ni como Tip ni como Alli se sentía capaz de argumentar sobre escribir con Le Guin, ni de responder a sus preguntas sobre cómo ha de escribir una mujer. Tal vez no era capaz de explicar su propio proceso creativo. Tal vez la pregunta le afectaba de forma demasiado íntima o le había dolido el rechazo accidental de Le Guin hacia las mujeres que no tienen «una médula femenina». En todo caso, tras otra carta infeliz de Alli, en la que se quejaba de una sensación de «irrealidad», Ursula le dio una oportunidad al humor.

 

29 IV 1977

Querida Tree:

Parece que te sientes un poco atrapada. Supongo que es inevitable pero, pero DEBERÍA ser evitable. Bueno, todo esto va sobre la vida real. Yo nunca he creído en la vida real, ¿y tú? Dime la verdad. A lo que se refieren es cuantificable. Alli S. tiene 61 años (ah sí) y pesa 51 (72, 175) kilos y vive en el 6037 de Ramshorn Plaza, 22101, etc. etc. demonios, hoy en día se puede hacer todo en dígitos, llega con el número de la Seguridad Social. Así que ahí está la vida cuantificable y no voy a ser yo quien lo niegue: lo primero que le pides a Dios son 1500 calorías al día. ¿Pero por qué solo eso se considera real? Tengo cinco años de cartas de él, lo conozco. Ha escrito ficción excelente. ¿No es real porque no tiene número de la Seguridad Social? ¡Venga ya!

A decir verdad, tanto he apreciado y valorado mi amistad con ese tipo que estoy algo celosa de la asociación tan próxima, la intimidad podría decirse, que tiene con Alli Sheldon. Si Alli se va a poner posesiva y dominante solo porque tiene un cochino número de la Seguridad Social, y no le va a permitir a James T. decir nada (sobre el papel, claro está; él siempre ha sido un hombre más bien callado) me llevaré una gran decepción, y, la verdad, no debería preguntarme si James T. no estará resentido. Raccoona y él podrían haberse aliado y huido juntos, disfrazados de caballo (J. T. tendría que ser las patas de atrás porque es más alto y ENTONCES qué ibas a hacer cuando mirases por la ventana y en tu jardín hubiera un caballo ridículo con las rodillas traseras dobladas extrañamente, retozando y comiéndose las rosas y pisoteando los arriates herbáceos en arrebatos de puro gozo de vivir y relinchando ¡Exiiisto! ¡Exiiisto!). ¿Eh? […]

Te voy a contar en qué punto me encuentro, por si te sirve de ayuda. Hace un par de años descubrí que podía hacer fantasía activa y de vez en cuando, si me siento más confusa de lo habitual, escribo una; siempre es la misma, es decir, que la retomo donde se quedó al anterior aunque fuese meses atrás (la típica novelista puñetera con mente de una sola pista). Sea como fuere, llevaba semanas y semanas caminado por un desierto interminable llamado La Llanura de Arena, bajo el brazo, un huevo que me había dado una dragona, e intentando olvidar lo que me había dicho que hiciera con él, es decir «Coge un palo y rómpelo». Cuando al fin obedecía sus órdenes, me convertía en la hija de la dragona y allí estaba yo, en su cueva (y se trata de una dragona enorme, imponente y desagradable) y ella me decía con impaciencia que me afilase las garras. Porque tengo que salir a comer caballeros.

Todavía me resisto. No dejo de decir que NO quiero comer caballeros. Los caballeros son valientes y nobles y sus armaduras no son muy resistentes, etc. No es justo. Pero me he comido uno con considerable placer, debo reconocer. Estaba pensando en alguna cosa u otra de las que he escrito y de pronto una voz, una voz masculina joven cargada de seguridad y arrogancia dijo, con desdén: «Eso no lo has hecho tú, ¿sabes?». Y perdí los estribos, dije «¡Vaya si lo he hecho!» Y me lo comí. ¡Zas! […]

 

Alli respondió seis meses después:

 

Tú no eres la persona que me escribía, pero yo tampoco soy la persona que te escribía a ti, así que partamos de esa base (como siempre)

 

21 de octubre de 77

Ah, sí queridísima Starbear:

Estaba dándole vueltas a tus comentarios sobre que ahora sabemos menos la una sobre la otra ahora que nos conocemos como mujeres… o partes de mujeres. […]

De haber sido Tiptree  –no, si Tiptree fuera – el personaje externo, de modo que nos encontrásemos en carne y hueso como hombre mayor y mujer joven –o, mejor dicho, como mujer en su mejor edad, puedo imaginármelo perfectamente. Cómo me habría quitado el sombrero, habría hecho una inclinación profunda tomándote la mano con una expresión que dijera Oh, mi Reina y Quién tuviera cuarenta años menos –y luego me retiraría y lanzaría unos fuegos artificiales cuidadosamente planificados (obtenidos en Hong Kong) que habrían llenado el cielo de dragones en caída y corazones entrelazados, y escrito sobre todo ello, en letras de fuego verde hasta el zenit, URSULA K. LE GUIN […]

Sin embargo, cuando nos encontramos como mujeres se produce un extraño descenso a la realidad, una pérdida del mito… Y soy consciente de que parezco demasiado fuerte, una curtida veterana de guerras, y al tiempo una llorona vulnerable cuyo pecho está visiblemente abierto a las mismas preocupaciones domésticas (excepto por los hijos, de los que me privó la naturaleza) (o tal vez un puñetero ginecólogo inepto… un detalle cuya intrusión James nunca habría permitido); además una biografía larga y indómita, rematada con un aroma de historias contadas y recontadas de abusos que resultan notables en la mujer –muy mujer– es una cosa muy distinta… Pero no lo es, es lo mismo. Solo que yo me quedo atrás, ocultando las patazas detrás de la espalda, temerosa de acercarme demasiado a lo que sé que es el campo de un radar de una sensibilidad exquisita, temerosa de dañar mis tentáculos invisibles. Tal vez todo se resuma en que como mujer se me percibe como vigorosa (salvo por las ocasiones interminables e invisibles en las que me escondo en una habitación oscura con un paño fresco en la cabeza, con los sentidos sobrecargados, el corazón deseando el olvido. Autocompasión… que Tip nunca habría tolerado), mientras que como hombre se me percibe como amable. Es un material maravilloso para pensar y reflexionar. […]

Con cariño y cohetes,

Tip/Alli

 

En parte a causa de la mala salud y la depresión de Alli, no volvieron a escribirse hasta 1979. El 14 de abril, Alli envió una carta triste en la que se quejaba de que todavía no sabía cómo escribirle a su amiga por correspondencia. «Se me hace tan raro escribirte como yo misma, como otra simple mujer, con todo lo que ello implica en cierta manera. Todo lo que te he dicho es cierto, los sentimientos no han cambiado, pero se ha roto algún molde y todavía no se ha formado otro nuevo».

            El 19 de abril, Le Guin le contestó con una carta para animarla. No se podía recuperar su antiguo coqueteo, pero Le Guin empujaba a su amiga a replantearse su percepción de sí misma: «Todos cambiamos. Tú solo has cambiado de forma algo más abrupta… o esa ha sido la sensación. No te preocupes. Sí, hubo engaño y durante un tiempo eso me preocupó, pero ya no. Tú no eres la persona que me escribía, pero yo tampoco soy la persona que te escribía a ti, así que partamos de esa base (como siempre)».

            Después de aquello retomaron un debate sobre el uso del presente en la ficción y las lecturas de Lukacs de Ursula, y el auge de Margaret Thatcher, y los gatos. Hacían bromas lingüísticas y pensaban títulos para la segunda novela de Sheldon Y Alli Sheldon logró transformar su enamoramiento por Le Guin en una empatía y una preocupación más profundas.

Sus conversaciones duraron hasta mayo de 1987, cuando Alli Sheldon, enferma y deprimida, se suicidó a la edad de 71 años. No hubo final feliz, sin embargo, al final fueron capaces de verse la una a la otra, parcialmente, y de hablar sobre lo que podría significar ser la otra al escribir. En palabras de Alli, cuando Ursula la desafió a aceptar el cambio que se había producido en sus personajes: «¿Sabes que creo que empiezo a conocerte por fin?».

 

Traducción del inglés de Blanca Rodríguez