Norman Manea nació en 1936, en la provincia rumana de la Bukovina. Cuando tenía cinco años fue deportado por las autoridades fascistas rumanas, aliadas de la Alemania nazi, al campo de concentración de Transnistria, en Ucrania. En 1945 regresó a casa con los miembros de la familia que habían sobrevivido. Era entonces, según sus palabras, «un niño viejo a punto de cumplir los nueve años». Luego del infierno nazi vivió el comunista. A partir de la década de 1960 comenzó a publicar libros de ensayos, cuentos y novelas que recibieron el elogio de la crítica internacional. Tras años de enfrentamiento con las autoridades de su país, se exilió en 1986, primero en Europa y desde 1989 en Estados Unidos, donde trabaja como profesor y escritor residente en Bard College. Ha recibido numerosos premios internacionales y su obra, que escribe únicamente en rumano –único y verdadero hogar–, ha sido traducida a más veinte idiomas. Su fiel amigo Philip Roth admiró de Manea su lucha sin tregua contra «el descarrilamiento de la humanidad», a partir de la vulnerabilidad y no del heroísmo. A través de su obra, el escritor rumano conduce al lector por los pasillos oscuros del mundo –que a veces toma la forma de un circo cruel y tenebroso– siempre en busca de luz.

Berta Ares: Para usted, la tragicomedia humana puede comprenderse a través de las metáforas que proporciona la figura del payaso. ¿Ha visto la película Joker? ¿Cree que plantea síntomas de nuestro tiempo?

Norman Manea: Sí, el héroe oscuro y burlesco, sin heroísmo, me parece una buena imagen de nuestras profundas frustraciones terrenales y de sus amargas consecuencias. Raskolnikov, el personaje de Dostoievski (Crimen y castigo), mata a una anciana inocente y desconocida en un ataque de ira contra un mundo envenenado de «normalidad» donde él no encuentra su lugar; luego, parece preparado para recibir cualquier castigo como precio a pagar para reestablecer su lugar en el mundo. El Joker bulle en la soledad y el fracaso, pero sus terribles crímenes todavía parecen tener una lógica brutal, más aún que en Taxi Driver, su predecesor y modelo. Primero, cuando mata a gente que se burla de él en el metro y luego, cuando, mientras está matando a su supuesta madre, descubre que, de hecho, esa mujer no tiene ninguna conexión con su nacimiento, sino que siempre fue un huérfano, una sombra perdida. Tras la enfermiza venganza, el Joker no está preparado para ningún otro cambio que no sea el de un escenario grotesco, donde sólo caben la pantomima y las improvisaciones ridículas. Reaparece en una especie de fiesta alegre y dadaísta, pero en la atormentada memoria del espectador permanecen las sorpresas crueles y la agobiante oscuridad y la parodia. Conduce su astucia sangrienta e intrigante a un espectáculo de horror y jocosidad.

Joker, 2019

BA: ¿Qué nos enseña?

NM: Joker confirma nuestra pronunciada tendencia a la egoísta y a menudo cruel necesidad de reafirmación. Ya sea sangrienta o completamente atormentada, es violenta afirmación surgida de una necesidad frustrada de venganza contra la sociedad, contra el perverso silencio de quienes le rodean y contra fantasmas desconocidos. Es la desesperación amarga en la mascarada cotidiana de grandes principios y manipulaciones de poder, en un oscuro carnaval de máscaras de quita y pon y de esquizofrenia incurable.

BA: ¿Reconoce los síntomas en los tiempos que corren?

NM: Desafortunadamente, el marasmo actual ya ha penetrado en todas partes, tanto en las cercanías de la Estatua de la Libertad como en las ruinas pequeñas y pueriles de los nuevos y viejos sueños de aquellos que duermen a nuestro alrededor. Esta expansión del tormento, que invade a diario todos los rincones del mundo, parece prepararnos para la catástrofe demorada. Las contradicciones y los conflictos hierven en este momento en todas partes. Tal vez no sea una coincidencia el hecho de que Hitler y Chaplin, quien lo parodió de forma inolvidable, nacieran en la misma fecha. A la historia humana no le han faltado nunca tiranos, y nuestra contemporaneidad no es una excepción.  Hay un aumento del juego sangriento en la mórbida y cínica tragicomedia que es nuestro presente. Ahora es más fácil ponerse la máscara y es más difícil reconocer el rugido.

BA: También para los poderosos.

NM: Nuestro presidente de los Estados Unidos, y autoproclamado genio, representa a la arrogante y espeluznante secta de payasos blancos que Federico Fellini definió por oposición a los populares payasos tontorrones a los que domina. Ha logrado el éxito por medio de una bufonada cínica y narcisista con la que ha alcanzado el trono dorado de la presidencia americana. Es símbolo de una democracia degenerada y vaciada de toda posibilidad, y vive en una relación de enamoramiento con otros líderes mundiales similares entre sí. Su «American First» (América primero) parece una traducción del «Deutschland uber alles» (Alemania por encima de todo), a pesar de las diferencias aún visibles entre la degenerada democracia actual de Estados Unidos y la Alemania de posguerra, abrumada entonces por el odio, saturada de eslóganes y armas. Como he dicho a menudo, parece que, al final, nuestra inolvidable efeméride terrenal podría convertirse en una paradoja. Me parece reconfortante que tanta gente logre mantenerse optimista.

BA: Nueva York, su ciudad refugio, ya no es la misma ciudad de acogida desde el 11 de septiembre de 2001.

NM: Si esto es cierto, y lo es, debemos añadir que la adversidad nunca fue algo demasiado simple. El ataque contra el World Trade Center en Nueva York, en 2001, supuso una agresión contra nuestro «planeta global» de hoy, bien representado por esta metrópolis multiétnica de América. Fue el comienzo de una guerra musulmana contra las democracias laicas occidentales, a pesar de que las no musulmanas China o India están mucho más pobladas, o de que Irán, una de las sociedades más peligrosas y cerradas, dirigida por fanáticos religiosos, no sea ni siquiera musulmana. Ahora, los migrantes hacia Norteamérica son mayoritariamente latinoamericanos, católicos, en busca de una vida mejor y más civilizada en un Estado gobernado por leyes y no por bandas peligrosas y delincuentes. Eso no significa que se pueda ignorar el peligro diario de que el Islam reviva. El nuevo comienzo de una brutal hostilidad contra Estados Unidos y el mundo occidental se anunció de forma espectacular con la agresión del 11 de septiembre de 2001. En diferentes partes del mundo el fuego continúa extendiendo miedo y venganza.

BA: ¿Dónde estaba ese día?

NM: Estaba dando mi clase en Bard, con estudiantes de diferentes países, todos ellos asustados ante este nuevo apocalipsis. Me di cuenta de que no hay más guarida lo suficientemente distante como para esconderse: la oscuridad y el terror pueden atraparte en cualquier lugar, no hay escapatoria. En ese pánico me sentí aún más estadounidense, a la vez que, todavía, un exiliado, un expulsado de su lugar, alejado de la vida corriente. Me sentí próximo al personaje Pnin de Nabokov, el ruso que todavía no es totalmente americano pero está listo para convertirse en uno de ellos, un personaje que habíamos tratado recientemente en nuestras clases. Paradójicamente, o tal vez no, finalmente también me identifiqué más profundamente con mi conciudadano del nuevo mundo y de los nuevos tiempos; en solidaridad con todos los potenciales habitantes y vagabundos de cada rincón de nuestro agitado planeta.

BA: En su laureada obra El regreso del húligan, un personaje, el primo Ariel, clama « ¡Vámonos, vámonos! ».  Es un clamor que brota en algunos de tus textos ante el reconocimiento de un nuevo apocalipsis, como una alarma que pone en marcha la nueva y siempre repetida fuga. ¿Cree que el primo Ariel clamaría hoy si estuviera en Estados Unidos?

NM: El modelo que utilizo para este personaje es el del hombre muy inteligente y culto, y feroz sionista, que soñaba con Israel como ese lugar sagrado capaz de resolver los demasiado difíciles conflictos de la región donde vive. Ya ciego y envejecido, se mueve finalmente de París a Jerusalén, atraído por el afán de ser enterrado junto a los grandes profetas del pasado. Su grito desesperado lo emite en Rumanía, antes de la Segunda Guerra Mundial, cuando el antisemitismo era contundente y se había extendido a todas partes. Si hubiera estado vivo hoy, la alarma habría sido la misma o aún mayor a la de entonces, a pesar de la existencia de su soñado Estado de Israel. Por sorprendente que pueda resultar, el antisemitismo ha recibido un nuevo impulso en los últimos años y nuevos partidarios fanatizados hasta la ceguera, incluso en Estados Unidos, símbolo de la «libertad y justicia para todos». Frente a cada sinagoga hay personal de seguridad armado para protegerla.  Así pues, ¿qué reemplazo sugeriría el primo Ariel como el mejor refugio? ¿India, Nueva Zelanda, o el ilimitado e infinito «más allá»?

BA: En su última novela The Stranger Who Sold his Shadow reflexiona sobre el exilio tomando como referencias una obra representativa del romanticismo alemán: La maravillosa historia de Peter Schlemihl de Adelbert von Chamisso, sobre un hombre que vende su sombra al diablo por dinero y tiene que viajar por todo el mundo para recobrarla. ¿Por qué se inspira en esta obra?

NM: Los términos del clásico trato cambian en el cuento de Chamisso. Ya no es el intercambio entre el alma humana y la promesa de inmortalidad, gloria o amor eterno del Fausto de Goethe. El cambio es, esta vez, entre el alma y el dinero, como trofeo más deseado de la vida humana. En su estudio sobre esta obra de Chamisso, Thomas Mann argumenta que el nuevo trato es una referencia al capitalismo en el repertorio de los cuentos. Al inspirarme en él, tomo en cuenta ese mayor papel que desempeña el exilio en nuestras sociedades centrífugas y en mi propia biografía. En nuestro tiempo, las migraciones se han incrementado visiblemente y también los problemas relacionados con ella. En cuanto a mi trayectoria como exiliado errante, ésta comenzó pronto, como sabe, y se convirtió en una marca ineludible de mi identidad. El relato de Chamisso se adecua al tema; por otro lado, también la cultura judía aborda el exilio y la sombra.

BA: Suele sostenerse que la figura central en su obra es la del «Judío errante».  Sin embargo, creo que puede representar a cualquier ciudadano del mundo. El hecho de que se remita al personaje que representa Peter Schlemihl, quien se obligado a viajar por todo el mundo para recuperar su sombra, parece invocar el exilio global.

MN: Así es, no he pensado sólo en los antiguos y/o recientes exilios judíos, a pesar de mi propia experiencia de vida, sino en un significado más amplio de lo «extraño» y del extrañamiento en nuestro mundo contemporáneo. He estado obsesionado por el sentido que Kafka le concede, como un profundo extrañamiento o alejamiento de la envenenada práctica de la vida cotidiana y de su aparente desapego de ella. Todavía hoy, Kafka es quien mejor representa esa esencia del exilio dentro de la literatura mundial, a pesar de que nunca abandonó ni su país ni su idioma.

BA: En su novela hay referencias a Gregorio Samsa, el personaje de Kafka que se transforma en un enorme insecto. ¿Es más fuerte el sentido de soledad y de extrañeza en nuestra sociedad y en este tiempo?  

NM: La representación del judío como un insecto repugnante estuvo fuertemente presente en la propaganda nazi y se puede seguir viendo demasiado a menudo actualmente en la prensa musulmana. Kafka se sintió directamente aludido con esta imagen tan poco halagadora e intensamente pensó y sintió una presión oscura y hostil alrededor de él.  No le gustaba mencionarlo, pero en una dolorosa carta que escribe a su amante Milena, que no era judía, lo expresa en relación a los eslóganes que se oían cerca de su casa en Praga. Ahora, en nuestro mundo confuso y global, el odio y la sospecha alimentan la desconfianza hacia los extranjeros en todas partes.

BA: En su famoso cuento, Chamisso se pregunta: « ¿De qué sirven las alas para quien está sujeto con cadenas de hierro? » (««Para desesperarse más todavía», se responde). ¿Qué respuesta da usted a esta pregunta?

NM: Estos sentimientos tan aterradores eran comunes entre casi todos los «ciudadanos felices» de los países que conformaban el «paraíso comunista», o de cualquier otro sistema totalitario. Las cadenas estaban en todas partes, mientras que las alas, de lo limitadas que eran, se reducían al pasaporte soñado, disponible para los muy pocos privilegiados del sistema. Después de 1989, leí en una impactante declaración de una importante poeta rumana, que había visitado un centenar de países durante los años de la tiranía comunista en Rumanía. Yo no fui tan afortunado, tuve que ser feliz con unas cadenas no tan doradas. Pero ser un escritor, o al menos tratar de mantenerme como tal, estaba condicionado por el dominio y propiedad de mi idioma. No quise renunciar a mi lengua y me convertí en el último de una gran familia en abandonar ese lugar envenenado, y me llevé el idioma rumano como mi única posesión. Fue el último signo, profundo y perturbador, de desesperación.

BA: El protagonista de su novela se identifica con el acrónimo N.M. (Nomadic Misanthrope – Misántropo Nómada). ¿Tiene también esa esencia del húligan habitual en su obra? ¿Convoca con ello nuevos o viejos fantasmas?

NM: Los personajes de los libros son generalmente fantasmas literarios del autor, más o menos parecidos a él, más o menos diferentes.  N.M. es un exiliado y un misántropo nómada. La noción de húligan tiene un lugar especial en la literatura rumana. En la década de 1930, cuando crecía el movimiento político de derechas de carácter ferozmente nacionalista, la organización de este movimiento, la llamada Guardia de Hierro (Iron Guard), promovía como héroe una tipología de militante rebelde, cristiano ortodoxo, antiburgués y antisemita. Esta figura heroica también está representada en la novela de Mircea Eliade Huliganii (1935), quien simpatizó con sus eslóganes radicales. Uno de los amigos de Eliade, el escritor judío Miahil Sebastian, publicó un ensayo memorable titulado Cómo me convertí en un húligan, en el que enfatizaba que él nunca sería partidario de una determinada ideología, sino más bien alguien satisfecho en su lúcida soledad. El sentido que le doy al húligan es el de alguien cercano a Mihail Sebastian, un solitario vulnerable, consciente de las ambigüedades del ser humano. Pero los nacionalistas que representa Eliade eran muy activos antes de la Segunda Guerra Mundial y renacieron después del colapso del comunismo. Algunos de ellos son ahora «populistas», forman parte de esa más amplia y ruidosa tendencia internacional. ¿Nuevos-viejos fantasmas? No solo fantasmas, desafortunadamente.

BA: ¿Pueden ser el arte y la literatura antídotos contra el mal del totalitarismo y sus consecuencias?

NM: Arte y literatura fueron y son respuestas frágiles ante las duras lecciones que da la vida, entre las que se incluyen, por supuesto, las que proceden de las mentalidades más salvajes. Ambas proponen una aproximación más matizada a las convulsiones terrenales y al sereno cielo, en profundo desafío por el a menudo sesgado juicio de las imperfecciones humanas, presente siempre y en todo lugar. Sabemos ahora que la esperanza de Dostoievski de que la «belleza salvará el mundo» no es realista y vemos la prueba de ello continuamente y en todas partes. Arte y literatura representan, quizá, un consuelo en esta enorme confrontación con el infinito paisaje universal que nos rodea, tal vez también dentro de cada uno de nosotros. Las respuestas literarias, siempre tan cerca de la perpetua imperfección humana, no reclaman perfección. Pero a la vez, el arte siempre nos recuerda el potencial de sorpresas que depara la aventura humana, despertándonos de nuestra somnolienta rutina de normalidad; proporcionando, incluso, un refugio frágil y ficticio contra el entorno hostil.

BA: Utiliza elementos y estrategias de la ficción para crear una literatura de la memoria en relación a su experiencia. ¿Se apoya en la ficción porque permite crear distancia con los acontecimientos o porque las estrategias narrativas ayudan a darle sentido?

NM: Quizá por ambos motivos, pero no estoy seguro de que el arte interpele o necesite principios rectores claros. El artista con talento encuentra al final lo que se ajusta mejor a su proyecto y a sus sensibilidades y, por tanto, la ficción aparece en la no-ficción y viceversa. En cuanto a mí, me atrevería a decir que la mezcla entre realidad y ficción me viene de forma natural en el proceso de escritura, la pide el propio texto, que ciertamente busca distanciarse de los hechos, del áspero informe. La creatividad es una empresa libre, que sigue sus propias reglas o la ausencia de ellas. En esta época turbulenta y de cambios incesantes, donde se desafía continuamente las reglas tradicionales, utilizo a veces el collage como un modo de recordar a los lectores el vínculo con escrituras anteriores y con formas de expresión válidas de otros experimentos de la modernidad y de la pre-modernidad. Nuestro tiempo lo permite, incluso pide este tipo de empuje que enriquece nuestra escritura y su potencial. Los experimentos literarios, ya sean nuevos o del pasado, pueden generar sugerencias inesperadas, capaces de ofrecer una visión más fresca que a su vez estimule un nuevo estilo y un nuevo contenido en nuestra escritura. La literatura ofrece muchas vías de improvisación y de creación de nuevos trucos, recursos, modos de crear suspense para generar perturbación y potenciar determinados episodios biográficos, del pasado o del presente. Una memoria que no se ha volcado en escritura se mantiene como una reproducción perfecta de lo que realmente sucedió, pero las distorsiones y las transformaciones al servicio de un objetivo literario pueden dotar al texto, de vez en cuando, de un nuevo empuje a través de la fantasía y de la metamorfosis.

Norman Manea con Philip Roth

BA: Puede trazarse un itinerario biográfico a través de las lenguas que forman parte de su vida: rumano, yidis, alemán, ruso, francés, inglés… Sin embargo, ¿ser cosmopolita es hoy un acto de subversión y resistencia?

NM: He vagado, ciertamente, a lo largo de diversos países y lenguas, pero mi hogar y mi patria sigue siendo el idioma rumano, al margen de si eso gusta más o menos. Lo recibí y lo llevo conmigo siempre, como un caracol lleva a cuestas su casa en todos sus desplazamientos. Conocer otros idiomas es una aventura intelectual agradable y enriquecedora, pero generalmente no suele cambiar la realidad interna del individuo. Esta confusión y velocidad global actual, ni puede ni aniquilará la necesidad humana de conocimiento y de contacto, especialmente en un entorno tan dinámico y multicultural como el que vivimos hoy en día, con una intensa actividad en comunicación y viajes. ¿Subversión, resistencia? Por supuesto, pero la estupidez no puede frenarse ni curarse, no importa donde fije sus raíces.

BA: En el discurso que ofreció al recoger el premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2016 destacó que el rumano es la única lengua latina en un territorio eslavo. ¿Coincide con Walter Benjamin en que hay una relación del ser humano con el ser lingüístico?

NM: El rumano es una isla lingüística de las lenguas latinas en medio de un continente eslavo. Esto implica una resistencia a las presiones obvias de los vecinos, no siempre amistosas, incluso y especialmente cuando estos vecinos son grandes poderes (Rusia, por ejemplo). De hecho, la profunda división entre las raíces latinas y la iglesia ortodoxa cristiana todavía supone una profunda contradicción en la psique rumana. No tengo el conocimiento suficiente para juzgar si la conexión entre el lenguaje y el ser es mística, pero ciertamente es importante cuando no esencial, a pesar de que este aspecto no se mencione en la Biblia, entregada a los creyentes en muchos idiomas, si bien proclama que «primero fue la palabra». A mí me conmovió profundamente el poema que Nabokov dedicó al idioma ruso, al que imploraba que lo liberara de sus cadenas, para que su cautivo hechizado tuviera la oportunidad de volver a nacer en una realidad del mundo más extraña. La moderna Torre de Babel señaló el nuevo y más complejo paisaje lingüístico mundial. He de señalar que pertenecer a la Europa occidental (Francia, Italia, España) fue siempre un sueño en Rumanía. Cuando recibí el premio FIL, Rumanía era elegida por primera vez (tarde, pero no demasiado tarde) miembro permanente del Jurado Internacional que selecciona al ganador de un premio en lengua latina. Como mencioné antes, el rumano es mi verdadero hogar y patria, lo que significa unas raíces fuertes, duraderas e irremplazables. A pesar de las intrusiones extranjeras y de las enriquecedoras adquisiciones de otras lenguas.

BA: Suele referirse al exilio desde una doble vertiente de trauma y de potencial benéfico. Es una lectura de la «experiencia de la vulnerabilidad» poco habitual.

NM: Todo suceso tiene al menos dos caras, una que se considera positiva y feliz, y la otra que es percibida como no deseable o de poca validez.  El Premio Nobel Imre Kertesz realizó una escandalosa confesión durante una cena oficial en Berlín al decir que estaba agradecido al horror de Auschwitz, porque para él seguía siendo la mejor iniciación a la vida. Enfrentarse a la experiencia extrema del exilio nos enseña mucho sobre la vulnerabilidad, sobre la modestia a la hora de evaluar nuestra presencia en el mundo, conscientes de que no somos los únicos o los que más sufrimos la injusticia, o la mala suerte, o las desdichadas acometidas del destino. Nuestras vulnerabilidades son valiosas en el necesario proceso en el que nos evaluamos a nosotros mismos, honestamente y tratando de encontrar y dar sentido a la vida.

BA: Una experiencia que liga a la de alteridad.

NM: Creo que cada país, cada uno de ellos, debería tener junto a sus monumentos dedicados a su heroísmo, otros dedicados a la vergüenza, que recuerden las infamias de cada nación para con otros países, personas y hacia su propia gente. Sería una buena terapia que nos miráramos a nosotros mismos con la misma exigencia que dedicamos a los demás, que nos pusiéramos en el lugar de los demás para comprender su alteridad. ¿No son la modestia, la humildad y el propio cuestionamiento prácticas sanas y deseables de verdadera humanidad? Debo admitir que elogié mucho la forma en la cual Alemania se enfrentó a su terrible su pasado; el hecho de que en el centro de Berlín puedan verse piedras funerarias para recordar el Holocausto… y, sin embargo, el nuevo entusiasmo alemán por el nazismo nos deja sin palabras. Mis dos identidades, una como escritor y otra como judío, no fueron la mejor protección contra la sospecha y el resentimiento en medio de un entorno hostil al «extranjero», al «extraño». ¿No deberíamos reemplazar la identidad con una noción más general, como «entidad» humana? ¿Puede alguien sugerir la cura para los errores y los horrores humanos?

BA: ¿Cree que es posible separar la obra de un escritor de sus convicciones políticas cuando éstas alientan al odio?, ¿las sociedades democráticas debemos o no incorporar en el canon literario obras y autores que defienden posiciones totalitarias?

NM: El arte cuestiona la vida y toda aspiración humana, a pesar de que incluso las obras más brillantes no pueden ni han podido parar la miseria y la infelicidad a lo largo de nuestra historia mundial. Ciertamente, el canon literario debe abarcar, no obstante, la gran variedad de trabajos artísticos, con independencia del lugar y del período histórico. Yo no promovería obras que justifiquen el odio y la guerra, pero no bloquearía su publicación. Prefiero un debate libre y abierto a la polémica, capaz de llegar a lo más profundo, para descubrir las raíces y los efectos de tales mensajes envenenados.  De hecho, este tipo de debates plantea preguntas sobre el discernimiento y el comportamiento humanos, así como la forma «correcta», si es que existe, de mantenerse fiel a uno mismo, tanto en la dimensión creativa como en la vida cotidiana.

BA: ¿Qué significa para usted escribir?

NM: Para mí significó la oportunidad de evitar, en la medida de lo posible, la mediocridad, producida por una comprensión pobre de la vida y sus muchas ambigüedades. Para comprender así mi propio ideal de trascendencia y habitar una exigencia mayor. Para buscar una forma más profunda y más personal de explorar lo desconocido en mí mismo y alrededor; abrir una ventana al misterio y a los desafíos de la creatividad. Para avanzar más –más en profundidad y más allá de lo puramente visible– y, de esta manera, penetrar en la magia de un mundo diferente. Para cuestionar de forma crítica nuestras confusiones y nuestras ilusiones que nos distancian de la verdad, de la bondad y de la belleza. Y para persistir en la creencia de nuestra fuerza en la fragilidad y en el generoso milagro que representa la vida

BA: Su narrativa está llena de implícitos. ¿Cómo recomienda leer su obra, por dónde empezar? Llevemos la pregunta aún más lejos: si tuviera que rescatar sólo uno de sus textos, ¿cuál sería?

NM: No me atrevo a sugerir una opción personal. Actualmente estamos saturados con tanta gente dando consejos públicamente, obsesionados con el mercantilismo y la popularidad, incluso en este dominio tan especial e individual. Dejemos al lector que encuentre él mismo la mejor clave para acceder a mi trabajo, incluso si acaba en un malentendido. Me daría por satisfecho con un lector que encontrara similitudes entre el lector que yo soy y el autor que trato de ser. Por otro lado, prefiero ofrecer a mis libros el mismo destino que el de cualquier otro proyecto humano: la incertidumbre. Aceptaré el pantanoso territorio de la incertidumbre tanto para mi creatividad como para mi vida. El lector fiel y solidario de mis páginas ya conoce las complicaciones y trampas de algunas de mis afirmaciones. 

BA: A Philip Roth le unía una amistad de décadas. El obituario que le dedicó es buena prueba de ello. Leyéndolo he tenido la impresión de que, de alguna manera, él le eligió a usted.

NM: Probablemente tenga usted razón. Como exiliado en el «País de los Exiliados», yo no estaba en posición de atraerle a mi propio refugio de incertezas y de soledad. Camus dijo que escribir era una profesión de vanidad; dos escritores que escriben en diferentes idiomas son tal vez menos vulnerables en una competición de esta envergadura. Me alegré de que Philip se convirtiera en el fiel amigo que demostró ser. Los dos cuidamos diligentemente de este regalo que nos deparó el destino. En cuanto al porvenir, sabemos que seremos dos vecinos de tumba amigos. Antes de morir, Philip pidió por carta a Leon Botstein, presidente de Bard, ser enterrado en el cementerio del campus junto a mí, para no aburrirse en la «otra vida».  Así que, en nuestras futuras conversaciones tendremos ocasión de tratar también esta cuestión.

Berta Ares Y. es Periodista e investigadora cultural. Doctora en Humanidades y experta en literatura europea de origen judío.