Creo que nunca he escrito sobre Polo, el acordeonista de San Frichosu, una de esas personas que, de haber venido con algún propósito a este mundo, vino con el de traer algo de alegría a esta vida para unos y para otros tantas veces atragantada. Hijo de gaitero, que seguramente sería hijo de gaitero a su vez, cambió en la década de los 40 la gaita de su padre por el acordeón, que eso también se vio en Irlanda, y aún en las romerías de mi niñez, que eran muchas, se le veía tocar en un rincón, risueño y sarcástico, un pasodoble.
Autor: Xuan Bello
El hacha del diablo
Hace años, gracias a una beca universitaria, me entretuve lo mío por los pueblos de Asturias buscando cuentos, leyendas, romances y signos de que en esta parte del mundo alentaba, aunque fuese en germen, eso que llaman, y a punto está de desaparecer, la Europa de los caminos. Dirigidos por […]